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Motley Crue y Def Leppard Conocen al Monstruo Mexicano del Metal Llamado CDMX

Cuando Sunset Strip ardía en los 80, México se dedicaba a prohibir el headbanging
Medios y Media/Getty Images

¡Bienvenidos, Dudes! Motley Crue va a México y se encuentra con el monstruo de metal fundido de la Ciudad de México… ¡SPIN dice Bienvenidos, amigos!

 

(Translation: SPIN is super proud to be publishing a look at what happens when Motley Crue and Def Leppard meet Mexico City’s mighty metalhead mob…and win! Reader’s Choice: English or Espanol! Read at your own risk!)

 

Caminar por Ciudad de México es escuchar música en todos lados. Aquí puedes ir por la calle y escuchar una cumbia en un colorido puesto de tortas callejeras. Los vendedores de discos pirata cargan en la espalda bocinas de 12 pulgadas que revientan con el último éxito de Bad Bunny mientras recorren las entrañas del Metro.

Podrías subir a uno de los rascacielos más altos de la ciudad y sentarte en un restaurante mamón, pretencioso y de repente ser acompañado por Bad Bunny:

“ Si te lo meto no me llame’
Que esto no e’ pa’ que me ame’
Si tu novio no te mama el culo
Pa’ eso que no mame.”

Seguro que tu novia te lo agradecerá después.

O tal vez puedes escuchar protestas feministas en las que miles de mujeres encapuchadas, desnudas, indignadas y enojadas exigen un fin a los feminicidios que se cuentan en 11 cada día en México.

En esas marchas, los sistemas de sonido viejos y empolvados las acompañan sobre camionetas mientras difunden una consigna a ritmo de Sara Hebe.

“Tuve que prender fuego el balcón
Tuve que quemar la cúpula del Congreso de la Nación
Yo tuve que quemar el Messenger
Tuve que quemar todo el ayer y el anteayer.”

Atrás quedó el punk, en México hoy se protesta con reggaeton.
Darle una vuelta completa al dial de un radio en el tráfico en la Ciudad de México del siglo XXI es suficiente para saber quién manda: En el viejo DF, se escucha reggaeton, trap, salsa, bachata… y tragedias en las noticias.

Ser rockstar es algo que había quedado casi en el olvido de este lado del mundo.

Nadie culpa al hip-hop mexicano o a la escena trapera, que se cuentan por millones en la Ciudad de México, pero ¿alguien esperaba que tantos metaleros siguieran vivos?

¿Rock, metal? Eso hace mucho que se fue de los oídos del público masivo, del mainstream. Hace mucho que los héroes de la guitarra fueron desterrados, por falta de atención, a las radios universitarias, de nicho o espacios efímeros en internet.

Y de repente te das cuenta que sigue ahí. Resulta que está vivo.

¿Quién lo diría?, en esta ciudad de más de 20 millones de habitantes (nadie sabe el número exacto, ¿cómo saberlo?), los metaleros hace mucho que no se encontraban en las calles.

De alguna forma esta ruidosa ciudad tiene un secreto. Hay días, semanas, meses que parece que este poderoso monstruo los engulle vivos.

Claro, hasta qué son vomitados como una pasta negra, ardiente, ruidosa, peluda que baja de los volcanes que rodean a este apestoso pedazo de asfalto que llamamos CDMX.

Supuran desde las colonias y barrios populares del oriente, el lado pobre. De lugares lejanos del centro de la ciudad; separados por cantidades astronómicas de tráfico. De sitios de donde los obreros y profesionistas salen y llegan a casa casi siempre acompañados solo por la luna.

Otros son excretados de las entrañas de los edificios de oficinas después de pasar ocho horas atrapados en barrios gentrificados sirviendo a sus maestros corporativos.

Y como toda fuerza de la naturaleza, este magama negro y ruidoso debe llegar a un lugar. Gravedad.

De repente empiezan a verse pantalones acampanados. Aficionados con camisetas negras que llegan en transporte público, a pie, en coche. Solos o en grupos. Esperando a sus amigos, algunos beben cerveza o whisky mientras esperan a sus amigos fuera del Foro Sol, el escenario con mayor capacidad de este lado del mundo.

Es curioso, pero una aficionada parecía salida de una jaula elevada del Gazzarri’s, con top y falda a go-go en un color plata chillante y una enorme melena artificial en rubio con la que parecía la mismísima Tina Turner o ​​tal vez Robbin Crosby de Ratt en drag.

 

¡Metaleros de la Ciudad de México, uníos! (Foto por Alan Hernández Pastén)

 

Igual que en aquellos años en los que el metal dominaba la Strip en Los Ángeles, en Ciudad de México tendríamos que esperar a que la noche cayera para comenzar el viaje en el tiempo.

Los titulares de la prensa mexicana anuncian “El metal se hace presente,” “Reviven los 80.” Es como si se les hubiera olvidado que hay millones de metaleros escondidos a simple vista. Es como si no recordaran no hace mucho tiempo, en México, el gobierno podía arrestarte y hasta condenarte a prisión por el simple hecho de tocar punk o metal.

Créanme, en los 70 y 80, México no era un lugar amigable para practicar tus movimientos de rockstar y air guitar.

Hubo un tiempo en que ser rockero o metalero en este país era crimen a los ojos del Estado. Hasta casi mediados de los 90, escuchar solos guajoloteros, organizar mosh-pits semanales o promocionar un pequeño toquín con tus amigos podría costarte el desprecio, plata y hasta la cárcel.

México vivía bajo el régimen de un solo partido, el PRI. Acá la llamamos la dictadura perfecta.

Eran los tiempos en los que en el gobierno de México, incentivado por CIA, temía que en los movimientos culturales, estudiantiles y sindicales (entre ellos el rock y después, el metal) se gestara la gran revolución comunista.

Tocar rock era igual a traicionar a la patria.

Muchos de los fanáticos que están aquí, se reunieron en el Festival Monstruos del Metal Mexicano que por más de 20 años junta a las mejores bandas del género en este país, muchas formadas en los 80, que fue la década de nacimiento del heavy metal azteca.

Desde entonces, al principio de manera clandestina para evitar la represión del gobierno, estos headbangers escuchan bandas que para el mundo son desconocidas: Enigma, El Ritual, Megatón, Khafra o Luzbel. Todas mexicanas. Algunas tocan covers de Judas Priest, Black Sabbath o Mötley Crüe otros, temas originales y en español.

 

Motley Crue (Foto por Medios y Media/Getty Images)

 

Es sábado. En la capital de México esta noche templada y sin nubes de febrero 2023, con la dictadura moralista ya extinta, las salvajes,excesivas, románticas y promiscuas promesas de los power-chord del metal de los 80 están vivas y asaltando la capital. Nada mejor para homenajear esa actitud que dominó el mundo hace cuatro décadas, a tres mil kilómetros de distancia.

Def Leppard y Mötley Crüe llegan a un país muy diferente del que podrían haber visto si hubieran tocado aquí en ese entonces. La escena en el Foro Sol se parece mucho más a la Strip de los 80 que al DF de los 70. Mismo sentimiento de celebración, de libertad, de cosas inesperadas y sin preocuparte de que el estadio sea rodeado por policías armados.

Es fácil encontrar este spot. Frente al Autódromo Hermanos Rodríguez , hay un barrio de clase media baja acostumbrado al caos. En algunas de las casas pequeñas y coloridas, los lugareños ofrecen cerveza y comida.

Desde luego estos no son bares en toda regla, nadie sabe que existen pero todos los podemos ver. En un país como este, las oportunidades llegan donde menos te lo esperas.

En este lugar, a cambio de unos 50 dólares, tú y tus amigos pueden precopear y emborracharse en este lugar sin letreros o marcas antes de ingresar, evitando con ello gastar cantidades irreales de dinero a cambio de vasos de cerveza rebajada, shots de mezcal de imitación o copas de whiskey adulterado.

Es en una de estas pequeñas casas familiares un grupo de caguengues de 16 o 17 años amenizan a los “clientes” de este bar clandestino con clásicos como “Blitzkrieg Bop” o “Seven Nation Army.”

La banda se llama Panda Negro y Carlos, su fundador y frontman, se muestra entusiasmado frente a la audiencia de metalheads que hacen una escala técnica antes de entrar al foro.

Panda Negro lo da todo y mientras usan playeras mostrando a Nikki Six y Joe Elliott uno de los metaleros que no encontró entradas disponibles gritó “eso no es metal pero ya estoy pedo… ¡DENLE MORROS, QUÉ SE ME BAJA!”

Lo que no sabíamos, es que unas horas después dentro del estadio, Mötley Crüe interpretaría además de coverear a los Ramones, un medley que incluyó “Rock and Roll, Part 2,”, “Smokin’ in the Boys Room,” “Helter Skelter,” y “Anarchy in the U.K.” ¡Panda Negro redimido!

 

¡Levanta tu copa, levanta los cuernos! (Foto por Alan Hernández Pastén)

 

Ya dentro Sergio “el vikingo” es uno más de los cientos de miles que esperan frente al escenario a que la primera banda comience.

Es muy obvio porque su apodo es “vikingo”. Sin cabello pero con una frondosa barba pelirroja que le llega hasta el pecho, lentes negros anchos y cuadrados. Ataviado con una playera negra y botas militares. Tiene 55 años. Tenía quince años cuando “Shout At The Devil” salió a la calle.

Además de su apariencia, el vikingo llama la atención de todos porque viene acompañando a un grupo de niños. Parece que estaban en una excursión de la primaria.

¿Quiénes son estos niños? tomando su cerveza de un solo golpe antes de responder, Vikingo dice que son dos sobrinos y un nieto.

“Te voy a ser sincero, nunca pensé venir con nietos. Hay mucho camino entre los toquines de hace 40 años a venir con tus nietos pero quiero que sientan porque me enamoré de esta música”.

Ya con la luna sobre nosotros y cortando “Heroes” de Bowie de repente el escenario se torno negro profundo. Unos segundos después Rick Allen fue encargado de arrancar lo que sería un regreso de 4 horas a los años ochenta con “Take What You Want”.

Nuestro héroe de una sola mano, con su bombo clickero y tarola atascada de eco desató el grito furioso de headbangers que comenzaron a mover la cabeza por el aire. Fue ahí, cuando miles de mujeres comenzaron a contonear las caderas y levantar los brazos. Así fue como Def Leppard había llegado y esa pasta apestosa al fin encontraba sentido.

Luego de unos 20 minutos en los que la gente calentó la garganta (y vikingo ya iba por su segunda o tercer cerveza de la noche), Phil Collen se acercó a la pasarela con la que se zambulló entre el público para saludar con un español casi inentendible a la masa amorfa que se arremolinaba frente a él.

No importó el idioma, todos entendimos que la tribu metalera mexicana se volvió a juntar y eso hay que celebrarlo. Los únicos ahí éramos metaleros, dos bandas icónicas y el exceso corriendo por las venas.

Y eso fue lo que vivimos conforme la presentación de los británicos avanzaba, era cada vez más obvio que las cosas habían cambiado en México. Esta noche se sentía como la Strip, era una vibra nueva, novedosa, emocionante para todos los que estuvimos ahí.

La fórmula del glam metal sigue siendo la misma, guitarras distorsionadas, estribillos melódicos e incluso letras monosilábicas. Puede que las “Girls, Girls, Girls” ya no bailen en jaulas, pero la energía que se respiraba en el ambiente era suficiente para hacerte sentir en un club pequeño, sudoroso y maloliente.

Puede que la escena en Ciudad de México sea diferente, pero la energía y el entusiasmo del público dejaron claro que el metal sigue vivo y coleando.

 

Phil Collen, guitarrista de Def Leppard (Foto por Medios y Media/Getty Images)

 

Algo que pareció fascinante fue cuando Joe Elliott, Phil Collen y Vivian Campbell tocaron con con sus guitarras acústicas para cantar “This Guitar,” como en los viejos tiempos de la MTV, bajar la intensidad con la balada rock de la noche. Sublime. Repetitivo, pero efectivo.

La primera de las novedades de Motley Crüe es la participación de John 5 como guitarrista principal, sustituyendo a Mick Mars, que ya no puede salir de gira debido a su enfermedad, la espondilitis anquilosante, que le provoca cada vez más dolores y le impide moverse mucho.

Casi todo el setlist nos transporta al “Dr. Feelgood” de 1989 e incluye no menos de cinco canciones de ese trabajo, que mezcla con otros clásicos de su carrera como “Girls Girls Girls,” “Home Sweet Home,” “Live Wire,” “Looks That Kill,” y “The Dirt.”

Luego de unos minutos, un detallazo. Ya con un Crüe caliente en el escenario, Tommy Lee decidió bajar de su Pearl para dirigirse al público: “no puedo creer que nos hayamos tardado una década en volver” para después engullir un shot de lo que todos estábamos seguros debía ser tequila o mezcal.

Creo que por un momento, aunque sólo fuera por el tiempo que se tarda en tomarse un chupito, muchos de nosotros nos sentimos como rockstars bebiendo.

Lee, alguna vez dijo que la Strip era ” era un lugar de magia, un lugar donde todo era posible. Fue donde encontramos nuestra voz y aprendimos a ser rockstars.”

Creo que por un momento, aunque sólo fuera por el tiempo que se tarda en tomarse un chupito, muchos de nosotros nos sentimos como rockstars bebiendo con un colega Major Dude.

Afros, cadenas en la cadera, faldas cortas, canas, cerveza, gritos y sudor. Al final de la noche todo mundo está satisfecho, cansado o las dos. La lava ardiente que hasta hace unos minutos se encontraba congregada alrededor de la voluntad y deseos de unos cuántos músicos por fin comienza a enfriarse, a solidificarse; se vuelve piedra mientras el último acorde de “Kickstart My Heart.” Todo se acaba con un último rugido de los que estamos ahí.

 

Vince Neil y Nikki Sixx de Motley Crue (Foto por Medios y Media/Getty Images)

 

Y con ello, al paso lento y firme de la lava, nos dispersamos hacia la enormidad de este monstruo de asfalto y vida. En movimiento inverso, volvemos al cráter por las mismas venas ardientes por las que llegamos. Poco a poco, el reggaeton, el rap y las malas noticias, vuelven a escucharse a lo lejos mientras nos acercamos a la salida. Es la luz al final del túnel que nadie de los estamos aquí quiere cruzar.

Son otros tiempos y en México se vive distinto. Mientras las 4 horas se consumieron y empezamos a diseminarse en la oscuridad, afuera del Foro Sol los vendedores ambulantes gritaban a todos en la calle para ofrecer playeras negras con los logos de las bandas. Las que tenían el estampado con las caras de Vince Neil y Tommy Lee parecían venderse particularmente bien.

Ciertamente en los tiempos del PRI, observar la salida de cientos de metaleros eufóricos, cansados y borrachos sería digno de un operativo policial. Sin duda, en aquellos tiempos nadie en esta tribu de metaleros greñudos y malencarados podría deleitarse con decenas de puestos de tacos dispuestos a alimentarios. Estarían corriendo despavoridos tratando de esconderse.

Seguramente Sergio el vikingo camina ladeandose mientras busca la mejor manera de regresar en una pieza a su nieto. Las pelucas y las faldas a go-go dejaron de brillar con las luces del escenario para atraer las miradas de todos los que se bajan la fiesta con una buena dosis de tacos de pastor y sopes con harta salsa.

Las pelucas falsas ya no se contonean por los aires frente a Joe Elliott, al terminar el concierto, flotan en el humo de la carne que se cuece en la plancha.

 

Joe Elliott, cantante de Def Leppard (Foto por Medios y Media/Getty Images)

 

Def Leppard y Mötley Crüe dejan atrás a un Distrito Federal enfiestado y satisfecho. Ahora, se dirigen al norte, a Monterrey en donde la vibra es otra.

Porque México no es un país, es muchos países diferentes. Se encontrarán con otra masa metalera amorfa, con carácter propio. Luego de ese breve acercamiento a la frontera con Estados Unidos, este World Tour llevará a las bandas por una aventura al sur del continente Colombia, Perú, Chile, Brasil y Argentina serán las siguientes paradas. Ya veremos a qué huelen, saben y se escuchan los headbangers sudamericanos.

Quizá sean como nosotros. Tal vez durante cuatro horas será como si todavía fueran los años 80 en Sunset Strip, y estarán allí.

Cuando termina nuestro momento Sunset Strip, miles de headbangers se marchan llenos de todo lo que saben que hace del metal la mejor, de regreso a una enorme ciudad que los olvida e incluso los desprecia. Están contentos, están orgullosos.

Es por eso que no podemos esperar a que llegue la siguiente noche de metal al DF.

Porque en un lugar como este, en esta ciudad interminable en donde no hace mucho se reprimía y coaccionaba a cualquier expresión que apestara a diferente y contestataria, una noche de exceso y metal que eriza la piel y golpea la cabeza siempre será una buena noticia.

Tal vez la Strip también estaría orgullosa.

Me gusta pensar que siendo Los Ángeles, después de la infame juerga, el desenfreno y el rock los músicos de la escena metalera de la Strip también comían tacos.